The Bergenmot



The Bergenmot es una cafetería muy conocida por la calidad y cantidad de los dulces y tartas que ofrece. Se trata del sitio ideal para tomarse unos pasteles y un chocolate caliente tras una noche de fiesta. Antes de la guerra, era un local más de Horizonte. Tras el fin de las hostilidades, se convirtió en una de las cafeterías de más éxito de la ciudad. Este éxito es fruto de la casualidad y de una fruta: la bergamota.

El nombre de la cafetería se parece al de la bergamota porque cuando se abrió, diez años antes de la guerra, se servía té aromatizado con bergamota. Aunque aquella peculiaridad dotó al local, en sus primeros años, de una clientela fija y selecta, no fue suficiente reclamo para volverlo muy conocido. El sitio sobrevivió muchos años gracias a la perseverancia de su dueño, Alan Folley, un hombre peculiar que siempre se implicó en movimientos políticos y continuó haciéndolo en los tiempos turbulentos previos a la guerra.

Pero no fue el té con bergamota, ni que The Bergenmot fuera un lugar de reunión de intelectuales que se oponían con fervor a las políticas que provocaron la guerra, lo que convirtió a la cafetería en un local tan famoso.

Cuando las calles de Horizonte se vieron invadidas por tanques y soldados, las fachadas se llenaron de agujeros de bala y los bombardeos acabaron con edificios que llevaban décadas en pie, algunos ciudadanos no se resignaron y Alan Folley no fue solo uno de ellos: se trató de quién los organizó. The Bergenmot continuaba abierto, aunque pocos tenían dinero o ganas de ir a cafeterías en tiempos de guerra. Que el dueño, o gente en su nombre, acudiera de vez en cuando al cercano Puerto de Pescadores a adquirir suministros para venderlos a sus clientes no tenía nada de especial. Lo que hubiera resultado raro, si alguien se hubiera parado a pensarlo, fue que comprase más bergamota que antes. Y que el interés por el té con aroma a la bergamota, por los dulces que contenían tal fruta o por tostadas con mermelada de bergamota pareciera haber aumentado tanto.

En realidad, solo la cuarta parte de las cajas de bergamota estaban llenas de cítricos; los contenidos del resto eran más interesantes: dispositivos de escucha, pistolas, rifles, munición y algún explosivo. Y, salvo algún despistado, quienes iban a la cafetería a por bergamota sabían que pedir un té Earl a la bergamota con tarta de manzana confirmaba que la próxima acción de sabotaje podía ejecutarse aquella noche, o que un té Lady con bergamota y pastel de arándanos indicaba la llegada de un cargamento de víveres. La resistencia de Horizonte causó bastantes quebraderos de cabeza al enemigo, y éste nunca llegó a saber que todo se coordinaba desde una cafetería que siempre olía a dulces, té y bergamota. Fue pura casualidad que The Bergenmot se construyera tan cerca del Puerto de Pescadores que fuera fácil transportar cajas desde allí.

Tras la guerra, se supo el papel que desempeñaron Alan Folley y la resistencia. El local se convirtió en una de las cafeterías más populares de la zona del Paseo Marítimo. Tanto éxito tuvo que se amplió y se decoró con lujo: paredes forradas de maderas nobles, taburetes de metal y con respaldo para la barra, sillones y mesas más propios de recepciones de grandes hoteles pegados a las paredes o repartidos por el centro del local... En la actualidad, la barra destaca por su diseño y por la inmensa cantidad de dulces que expone bajo unas vitrinas de cristal con bordes metálicos dorados.

Alan Folley solo se pone en tras la barra unas pocas horas. Aunque el éxito de su local le permite vivir con desahogo, The Bergenmot ya no es el sitio tranquilo donde se hablaba de filosofía y política, y su dueño prefiere delegar el control del local en sus dos hijos y dedicar parte de sus ganancias a apoyar proyectos de interés social, cuyas sedes visita con regularidad.

Lo único que se mantiene de la antigua decoración de The Bergenmot son las fotos que muchos de sus clientes se hacen y luego envíaban al dueño para que las pusiera en las paredes. Antes, estaban pegadas con cinta adhesiva; hoy, esas fotos se enmarcan y se cuelgan en la pared. Algunas de esas fotos son de antes de la guerra, y el dueño las conservó y enmarcó por distintas razones. El resto son fotografías recientes.

Los marcos con fotografías en la pared son un motivo decorativo alegre y triste a la vez. Alegre porque quienes salen en las fotos rebosan felicidad, ya que casi siempre son grupos de amigos que venían de celebrar fiestas o acontecimientos especiales. Y es triste porque algunos de quienes están en esas fotos descansan en cualquiera de los cementerios con nombre de poeta de Horizonte, o porque varias de las amistades o parejas que posaron para esas fotos ya no se hablan.

Pronto descubrirás The Bergenmot en Amistad Letal de Sam Morris  y en La bruja varada de Denzel Marshall 

Comparte en Google Plus

About Karen

0 comentarios:

Publicar un comentario