La Maktaba



La Maktaba es uno de los locales más conocidos en el ambiente universitario de #Horizonte. 


No es casualidad que maktaba signifique biblioteca en árabe y en swahili. El bar está situado en un edificio bastante antiguo y consta de dos salas de gran tamaño, una en la planta baja y otra en la primera planta. Está abierto todos los días durante las horas de docencia en la Universidad y cierra a altas horas de la madrugada los jueves, viernes y sábados.

Al principio fue un salón de baile que abrió el dueño de varias cafeterías de Horizonte para que lo gestionara su hijo mayor. Orientado a la alta sociedad, no estuvo bien administrado y cerró a los tres años. El negocio fue alquilado varias veces, y cambió de nombre otras tantas. El local albergó cafeterías y restaurantes pensados para los ricos hasta que su dueño actual lo compró, le dio el nombre de La Maktaba y lo convirtió en un bar para estudiantes de la Universidad de Horizonte, que quedaba cerca. Y desde hace un par de décadas, la Maktaba es el bar que todo estudiante universitario de la ciudad conoce.

La evolución de La Maktaba y de su clientela es un reflejo de los tiempos difíciles que ha vivido Horizonte. En los primeros meses, lo frecuentaban los estudiantes de familias más ricas. El dueño había mantenido parte de la antigua decoración, que semejaba la de un salón de baile donde hombres con trajes negros y mujeres con vestidos blancos bailaban el vals. El resto se había decorado con madera y con algunas estanterías que albergaban libros de texto desfasados, que solo servían para acompañar un café o una cerveza con nostalgia. El aspecto del local seguía siendo del gusto de los más pudientes: grandes lámparas colgadas del techo, adornos dorados en lo alto de las columnas y las paredes, mesas y sillas de maderas nobles...

La Maktaba siempre fue un sitio donde disfrutar de un buen ambiente y gozar de cierta intimidad, sobre todo si se sabía escoger la mesa y el rincón adecuados. Se fue convirtiendo en un lugar frecuentado por universitarios de todas las clases sociales; la ciudad vivía una época de bonanza y abundaban las becas y los salarios que no eran de subsistencia. Desde el principio, en sus salones se planeaban travesuras, aventuras y novatadas. Y, también, era el mejor escenario para que parejas de jóvenes universitarios pudieran citarse, conocerse mejor y coquetear. Muchos noviazgos que acabaron en boda se iniciaron en las mesas más escondidas de La Maktaba.

Algo que la hizo famosa fue un gran tablón en la pared de la sala de abajo, donde se dejaban hojas de papel enormes que lo cubrían por entero, en las que los estudiantes podían escribir lo que desearan. Al cabo de los años, había decenas de hojas con chistes, poemas, declaraciones de amor, burlas hacia los profesores y tonterías de borrachos.

Toda aquella alegría se esfumó con la guerra. La clientela empezó a menguar cuando comenzó a temerse que Horizonte quedaría sitiada. Los profesores que pudieron abandonaron la ciudad y la Universidad terminó cerrando. Las risas, los amores secretos y los estudiantes huyeron, tuvieron que luchar o murieron fusilados. La Maktaba no llegó a cerrar sus puertas, pero casi no sobrevivió a la guerra.

El bar salió adelante, pero las cosas nunca fueron las mismas. El tablón de anuncios y sus poemas, chistes y el amor que había quedado impreso en tinta fue retirado porque muchos de los nombres que firmaban tales palabras correspondían a estudiantes que habían muerto o que no volverían más a la Universidad ni a Horizonte. Las bombas no destruyeron la Maktaba, pero obligaron a cambiar la decoración, y dejó de ser un sitio donde no desentonaría ver a decenas de bailarines girando al compás de un vals.

Durante la postguerra, la Maktaba fue recuperando lentamente a su clientela, al tiempo que regresaba a la Universidad parte de su profesorado y algunos alumnos seguían empeñándose en estudiar a pesar de todo el trabajo de reconstrucción. La guerra provocó que los alquileres y las viviendas bajasen de precio, y la Universidad recuperó su actividad gracias a estudiantes de ciudades vecinas y de otros países. En La Maktaba empezaron a oírse nuevos acentos y nuevos idiomas.

Otros nuevos clientes fueron parejas que se habían conocido en los años felices de antes de la guerra y regresaban al lugar donde se habían enamorado, para dejarse conmover por la nostalgia y los recuerdos. Y contaban a los más jóvenes como era el antiguo local.

En la actualidad, La Maktaba vuelve a ser un local concurrido, que todos los estudiantes de una Universidad de Horizonte recuperada casi del todo frecuentan. Han vuelto los secretos, la alegría y los coqueteos, pero ahora comparten el local con estudiantes extranjeros de intercambio, grupos de amigos que celebran despedidas de soltero, gente solitaria que se embriaga con los recuerdos de los amores que murieron en la guerra y jóvenes que quieren oír a sus bandas de rock and roll favoritas en los conciertos que muchos viernes por la noche se celebran en el antiguo salón de vals, el de la planta de arriba.

Podrás visitar La Maktaba antes dela guerra en Topacio y Cicuta de Karen Holmes y en La bruja varada de Denzel Marshall ya después de la guerra.

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