Navidad en el Castillo de Lappointte

cuento de navidad en Horizonte

Horizonte centellaba en la noche como un árbol de Navidad con sus luces y guirnaldas contra un cielo sin luna. Las estrellas no podían competir con su resplandor. El aire olía a vino especiado y castañas asadas, y los villancicos sustituían al jazz a través de las ventanas de los barrios cercanos al Castillo de Lappointte.
Summer odiaba la Navidad. Odiaba las calles engalanadas y los escaparates llenos de tentaciones, el olor a dulce y la música empalagosa. En esos días no podía olvidar a su madre. Todo se la recordaba.
Aquella noche había escapado al único lugar donde el tiempo se detenía y nadie le desearía “Feliz Navidad” con una falsa sonrisa. Sentada sobre el muro que rodeaba el Castillo contemplaba la ciudad que su madre tanto había amado. ¿Por qué todo tenía que volver a Ada James cuando era incapaz de encontrarla?
—Si levantas un poco más la cabeza, verás una estrella fugaz. Corre, pide un deseo.
Una chica de su edad, de cabellos rubios y ojos llenos de luz se sentó a su lado señalando hacia el lugar más lejano del cielo. Una estrella fugaz se acercaba rápidamente al horizonte en una carrera con final oscuro. Summer cerró los ojos. Su deseo era fácil. “Que vuelva mi madre. Así todo estará bien”.
—¿Ya has pensado tu deseo? —preguntó la chica. No se había percatado de que Summer quería estar sola. O no le daba ninguna importancia. Se había sentado a su lado y apoyó una mano sobre su hombro como si fueran amigas desde siempre.
Summer miró la ciudad sin decir nada. Quizá, si no respondía, la chica se iría por donde había venido. No le gustaba que otros desconocidos conocieran sus atajos para entrar al Castillo de Lappointte. Hasta ahora pensaba que era un lugar seguro.
—Me llamo Willow y adoro las vistas desde el Castillo. Es como si la ciudad entera estuviera de fiesta solo para nosotras. ¿No crees?
Summer se mantuvo en silencio, esperando que fuera una pista suficiente para alejarla. Pero la chica no estaba para pistas sutiles.
—¿Qué deseo has pedido? A mi me encantaría que en alguna parte del Castillo hubiera una habitación llena de vestidos y que pudiéramos encontrarla y jugar toda la noche a disfrazarnos. Sería divertido.
—¿No tienes que ir a tu casa? —preguntó Summer.
Willow se encogió de hombros.
—Estaría sola. Mi madre es enfermera y tiene turno de noche. Y mi padre.. trabaja para Camelia Blackburn y hoy le toca estar toda la noche en la mansión. Pero me gustan más las vistas desde el Castillo que lo que se ve desde mi ventana. Desde allí solo veo otra ventana y casi siempre está cerrada a cal y canto.
Summer sonrió a su pesar. La energía de Willow era contagiosa.
—Llevas un collar muy bonito.
Summer nunca se había quitado el topacio desde que su madre se lo regalara la Navidad que desapareció, pero se sintió feliz de enseñárselo a Willow.
—Me lo regaló mi madre —murmuró quitándose el collar para mostrárselo a la otra niña.
Willow paseó sus dedos curiosos por la piedra, pero no había nada que pudiera distraerla mucho tiempo.
—Vamos a explorar el Castillo. Tenemos tiempo para encontrar la habitación de mis deseos…
—Si cuentas tu deseo no se cumplirá —murmuró Summer, y siguió a Willow hacia los pasillos interiores del Castillo de Lappointte.
Avanzaban lentamente porque no tenían linternas y la luz de la luna apenas llegaba a iluminar las habitaciones abandonadas
—¿Tú vienes mucho por aquí? —preguntó Willow que no podía estar callada.
Summer se encogió de hombros, pero como la otra chica iba delante no la vio.
—Cuando quiero estar sola.
Willow se rió por lo bajo. Con un gesto rápido, como si ya lo hubiera hecho en otras ocasiones, cogió una vela y unas cerillas abandonadas sobre un mueble polvoriento.
—Es más divertido en compañía. Yo no me había atrevido a explorarlo antes sola.
De pronto, llegaron a un pasadizo que parecía diferente, como si estuviera excavado en la tierra en lugar de construido con piedras.
—Vamos a investigar —propuso Willow cogiendo a Summer de la mano.
La mano de Willow le daba un calor que no había sentido en mucho tiempo, desde que Ada James desapareciera. Summer la apretó y siguió con su nueva amiga.
El túnel por el que avanzaban cada vez se hacía más estrecho, pero ellas se escurrían como pequeñas ratitas curiosas. En un rincón vieron huellas de pasos sobre el polvo. Algo nuevo, como si solo les llevara unos días de ventaja. El corazón de Summer se aceleró. ¿Podía estar allí también su madre? ¿Es por eso que se sentía tan atraída por el castillo? Sabía que eran ilusiones suyas pero le gustaba pensar que estaba cerca de su madre en un día como aquel.
De pronto, las paredes temblaron, como si un terremoto se hubiera apoderado del Castillo y las piedras del techo empezaron a caer.
—¡Corre! —gritó Willow.
Pero Summer creía que era su madre la que estaba en el castillo y no podía irse sin más.
Sin soltar la mano de Willow, dijo:
—¡Espera! Vamos a continuar.
—Es una aventura ¿eh? —sonrió su nueva amiga avanzando a pesar del movimiento de las piedras.
Al fondo del pasillo había algo que llamaba a Summer.
Las piedras volvieron a temblar y Willow se detuvo, pero Summer, que avanzaba con una idea fija, no se dio cuenta.
—¡Para, vamos a quedar sepultadas! —gritó Willow con un deje de terror en la voz.
Summer se dio la vuelta para indicarle que era seguro cuando el techo que había sobre Willow empezó a caer.
Summer se apoyó en la pared pensando con rapidez
—¡Cambio mi deseo, quiero que la pared se esté quieta y Willow esté bien! —gritó con la imagen del a estrella fugaz clavada en su mente aún. Un leve cosquilleo entre sus dedos le hizo abrir los ojos. A ella le pareció que era magia, pero seguro que fue fruto de su imaginación, porque las piedras retrocedieron y volvieron a encajarse en el techo como si nunca se hubieran movido de él. Willow salió en medio del polvo, ilesa, y con una sonrisa salvaje.
—Esto ha sido magia, ¿verdad? ¿Còmo lo has hecho? ¿Puedes repetirlo?
Summer movió la cabeza a ambos lados.
—No, ya he gastado mi deseo…
Y ya nunca volvería a ver a su madre, pensó. Las lágrimas pugnaban por salir, pero Summer no quería parecer una niña pequeña ante su nueva amiga, tan decidida y alegre.
—¿Tu deseo? ¿Deseabas salvarme de una muerte segura? Eres muy amable…
Summer se rió a su pesar.
—No, había deseado volver a ver a mi madre… pero ya es tarde, porque cuando se ha caído el techo he pedido un cambio.
—Chica lista, y rápida. Me alegro de haberte encontrado.
La mano de Willow temblaba cuando apretó la suya, pero Summer se la estrechó y ambas se miraron con sonrisa cómplice.
Cuando salieron a la calle, los villancicos las recibieron de nuevo. Un grupo de niños cantaba frente a las mansiones.
—Odio la Navidad —dijo Summer con un suspiro.
—¿Cómo puedes odiar la Navidad? ¿Las vacaciones, los regalos, la familia…? —Willow fue atenuando su voz—. Claro, perdona.
Con un gesto natural, abrazó a Summer y apretó tanto que su amiga se quedó sin aliento.
—Yo soy tu familia ¿sabes? Cuando uno se queda sin su primera familia, tiene derecho a escoger la de adopción. Y yo te adopto, Summer Travers. Eres mi hermana, para siempre
No se sobrevive a un hundimiento sin que la amistad perdure para siempre, aunque algunos detalles queden olvidados con el tiempo.








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