La vieja Sofía


La vieja Sofía

Personajes de Horizonte. 

La Vieja Sofía no tenía edad. Era una figura indeterminada, pequeña, de ojos negros como pasas y sagaces como los de un zorro escondidos tras las arrugas del tiempo. Algunos, en #Horizonte la llamaban bruja, pero pocos se atrevían a hacerlo en su presencia.

Con su ropa oscura y una redecilla en el pelo podría parecer una severa ama de llaves, pero sus extrañas exigencias y su tienda la convertían en alguien muy especial para los habitantes de Horizonte. Ya antes de la guerra regentaba la misma tienda de magia en Puenteviejo dónde podías encontrar objetos mágicos y chucherías para turistas (ramilletes de hierbas de protección para el hogar, piedras bañadas en la luz de la luna, esencias y aceites exóticos, algunas pociones genéricas...). A su local acudían mujeres del barrio en busca de soluciones mundanas a plagas de moscas o piojos, o mal de amores, pero también los iniciados en la magia que buscaban algo más tenebroso.

En la trasera de la tienda, la Vieja Sofía leía las manos, los espejos, las bolas de cristal y el periódico algunas veces. En otras ocasiones conducía algunas transacciones a las que no quería dar publicidad. Aunque no siempre vendía sus objetos o servicios a cambio de dinero, sus precios siempre la beneficiaban de alguna manera. Cuando no estaba la vieja, en la tienda se podía encontrar a alguna de sus ayudantes, Gillian, Vivian, Lilian… todas con nombres parecidos. Y todas ellas aprendiendo el oficio antes de embarcarse en sus propios negocios y aventuras.

La vieja Sofía pasea los miércoles y viernes por el mercado de la Magia de La Rosetta como si estuviera en su propia casa. Allí comercia con objetos o pociones que no podría ofrecer en su tienda sin meterse en líos o adquiere ingredientes que no podría conseguir de otra manera. Si alguno de sus clientes del mercado buscaba comprar algo de forma urgente, pero no la encontraba, siempre podía dirigirse a un gato bellísimo y negro instalado de forma perenne en la esquina de su puesto. (Nadie sabe, salvo unos pocos elegidos, que su nombre es Aladino). Permanecía quieto como una estatua egipcia hasta que alguien le acariciaba la cabeza. Era la señal convenida. Era cuando entonces desaparecía entre los túneles y al cabo de un rato aparecía la Vieja Sofia como si siempre hubiera estado allí.

Encontrarás que la Vieja Sofía acompaña a Summer Travers en sus aventuras, la primera de las cuales la puedes leer en Topacio y Cicuta. Existe una pequeña descripción de su tienda en uno de los cuentos de Horizonte, de Tom Reilly. Espero verte por aquí para descubrir más cosas de mis personajes y escenarios. (No olvides compartir o comentar :-)

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