Cuento de Navidad de Karen Holmes


La biblioteca. Cuento de Navidad

     Jameela había llegado a #Horizonte con la última ola de refugiados, y por un azar había descubierto el edificio que más le gustaba de la ciudad. La biblioteca se había convertido en su refugio donde podía pasar largas horas sentada detrás de un cuento sin que nadie le dijera que no era bienvenida.

    Le encantaba su  sillón preferido, orientado a la ventana que daba al parque y que dejaba entrar un rayo de sol que acariciaba cálidamente su cabeza siempre inclinada hacia un libro.

Había muchos libros que le gustaban, pero había uno en especial que miraba una y otra vez, embelesada con las ilustraciones. En él, una niña como ella vivía tan intensamente que los juguetes se convertían en los acompañantes de sus juegos como si fueran de verdad. Y a pesar de que sufrían una guerra, no era tan cruenta como la que ella había vivido. Sabía que eso no podía suceder y que los cuentos cuentos son, pero eso no impedía que soñara con acompañar a Clara, así se llamaba la niña, en sus aventuras por el mundo del Cascanueces. 

Lo que la Jameela aún no había entendido era que había días que la biblioteca permanecía cerrada porque los bibliotecarios también tienen familias con las que celebrar las fiestas de Navidad.

Aquel día, 24 de diciembre, hacía mucho frío en #Horizonte y los árboles desnudos del Parque Hyde Central bordeaban el camino a la biblioteca como soldados vencidos. Jameela no había podido ir por la mañana y esperaba en la puerta sin entender por qué estaba cerrada. Ansiaba volver a entrar en ese mundo de sueños donde las niñas se rodeaban de juguetes y superaban las guerras sin perder la sonrisa. Esperó hasta la tarde.

Se acurrucó con el chal  y se cobijó bajo el gran portal de la biblioteca. El frío se colaba dentro de sus huesos y la hacía estremecerse. Quizá debería levantarse y moverse un poco para coger calor, pero llevaba tiempo allí y el frío y el hambre la habían inmovilizado, apenas podía levantarse y ya era de noche. Con ojos entornados observó el cielo estrellado. Una estrella, quizás más brillante que las demás, parpadeó como si le guiñara un ojo cómplice y ella le envió su deseo con un susurro.

—Sólo quiero volver a ver a mis amigos de los libros.

Aunque Jameela no lo sabía, Simbad, el gato bibliotecario también había oído su deseo. Y esto aún era más secreto, Simbad, además de ser bibliotecario, también estaba lleno de magia. 

De alguna manera, Jameela sabía que, si no se levantaba y se movía un poco, aquella sería su última tarde frente a la biblioteca, pero había algo que le impedía moverse, un letargo se había apoderado de su voluntad. El frío la atenazaba, los temblores iban en aumento sin que ella hiciera nada por impedirlo. Ni siquiera abría los ojos, porque la estrella había empezado a brillar con demasiada intensidad para su visión cansada. 

De repente, oyó un ruido amortiguado dentro de la biblioteca y sintió una cálida caricia en el rostro, como cuando se sentaba en el sillón de la biblioteca y el sol entraba por la ventana. Esto le hizo abrir los ojos.

No se lo podía creer. La puerta de la biblioteca estaba abierta de par en par y todas las luces encendidas. Pero los libros no estaban en las estanterías. Sino que abiertos, se habían convertido en puertas desde donde los personajes se escapaban para formar un pasillo de entrada como los árboles del parque. Los personajes que tanto le habían gustado en los libros la invitaban a entrar de nuevo a su santuario y a compartir con ellos aquella mágica noche de Navidad.

        Sobre una de las mesas alguien había dispuesto galletas y cacao caliente, olorosas naranjas y nubes de azúcar. Jameela lo agradeció. Era su primera comida del día. Pero lo que más le gustó,  lo que más disfrutó de aquella noche llena de magia, fue compartirla con los personajes que se habían convertido en sus fieles amigos. 

       Jameela pasó aquella noche de Navidad rodeada de sus libros y especialmente de los personajes que tanto la habían emocionado. 

         A la mañana siguiente, cuando la bibliotecaria de pelo rojo abrió la puerta, encontró una niña morena y dormida en un sillón frente a la ventana del parque y un gato recostado en su regazo y ronroneando. No se atrevió a despertarlos de sus sueños.



Dedicado a todos los MENA (menores extranjeros no acompañados) que pasean por nuestras tierras, con ojos tristes y sin un futuro claro. Ojalá, todos encuentren su refugio.

Encontrarás a Jameela en Ópalo y Estramonio, el segundo libro de la serie Susurros de Piedra que sigue  las aventuras de Summer Travers en #Horizonte. 
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